DROGAS Y OTROS TEMAS SIMILARES

Desde el combate anárquico: reflexiones en torno al narcotráfico y el dominio.

La praxis anárquica y antiautoritaria, que se caracteriza por apostar por la confrontación permanente con el poder, su cultura y sus relaciones, también tiene que ejercitar continuamente la comprensión de la realidad de dominio y las formas en que se extiede, evidenciando y agudizando la confrontación con quienes deseen mantener y perpetuar el orden existente.

Buscaremos abordar desde este arista el desarrollo del narcotráfico y las “drogas”, apuntando a colaborar en la destrucción de la jerarquía y autoridad. Si bien estos temas pueden ser tocados desde una multiplicidad de aristas y definiciones, trataremos de partir de una base para continuar desarrollando la explicación sin enfrascarnos en problemáticas definiciones amplias que terminen restándole cualquier sentido al significado, relativizando los conceptos. Nos centraremos en comprender la “droga” como sustancias externas que actúan alterando las sensaciones, y al narcotráfico como las formas en que se administra el negocio de estas sustancias.

Aun comprendiendo los múltiples usos que se le pueda dar al consumo de estas sustancias, lejos de buscar involucrarnos en las decisiones individuales sobre su consumo, alguna comparación sobre el uso de los pueblos indígenas o actuales experiencias psicotrópicas, nos interesa adenrarnos a un fenómeno bien concreto y lejano a estas realidades.

Por su parte, si bien el uso de fármacos, drogas legales, amerita una reflexión aparte, que desde hace años vienen dando distintos compañeros con la crítica a la farmacología, la psiquiatría y el control social desde los medicamentos, en este artículo no haremos referencia a esta situación que, igualmente, se destaca por el amplio mercado, las ganancias producidas, el control social y el carácter normalizador que generan esas sustancias tanto en las calles como en las cárceles.

Rechazando la hipócrita crítica desde la moral conservadora sobre las sustancias o la importancia del bienestar de la salud de los individuos, como balbucean las doctrinas policiales desde los Estados, no nos interesa adentrarnos en los efectos nocivos sobre la salud sino, más bien, en la herramienta que representa para el dominio, su rol en el capitalismo y la relación directa de estas sustancias en la posibilidad de neutralizar entornos de lucha, cómo han intentado ser enfrentadas y, por sobre todo, la dinámica en el contexto anárquico bajo el territorio chileno.

La droga como mercancía, el narcotráfico como una forma de dominio.

Es imposible obviar la comprensión de la droga dentro del funcionamiento como mercancía en el capitalismo, es así cómo, por su particular condición de ilegalidad, se desenvuelve en un específico mercado internacional, caracterizado con los más violentos ritmos del capitalismo salvaje globalizado, adquiriendo brutales niveles de explotación a lo largo de su cadena de producción. Si quisiéramos tener un buen ejemplo de cómo funciona el capitalismo, la ganancia a toda costa, la salvaje explotación o la sangre derramada en pos de los dividendos económicos, no necesitamos mirar a la banca, ni el trabajo en la mina: una somera pero detenida mirada al negocio de las drogas explicaría muy bien cada elemento.

Si bien no nos interesa centrarnos en hacer una crítica solo desde su aspecto productivo, mercantil o economicista, ni mucho menos apelar a consumos y producciones éticas de ninguna mercancía, sí nos parece prudente evidenciar y no desligar el consumo de drogas con su cadena productiva y de transacciones.

Al comprender el dominio en su forma más amplia, y no solo en la minuciosidad de gobernantes de turno o representaciones estatales, es que observamos cómo el negocio de las drogas desarrolla al unísono una eficaz herramienta de control social para algunxs sujetxs, con la certera posibilidad de contribuir enormes ganancias económicas.

Pero la crítica al narcotráfico no solo puede centrarse en alguna consigna sin una comprensión de la compleja realidad en que se desenvuelve y convive con el Estado. Entonces, en ese orden, ¿cómo se explica el continuo endurecimiento de las legislaciones antidrogas? ¿Los millones de pesos gastados en policías y equipos antidrogas? ¿La gran cantidad de presxs por causas ligadas a las drogas? La realidad es palpable en las prisiones, poblaciones, ciudades y juzgados. El endurecimiento de penas, la persecución policial y el encarcelamiento tanto de narcotraficantes, “pequeños traficantes” y consumidorxs es un hecho real.

¿Qué sucede entonces? ¿Es toda una gran pantomima para endurecer legislaciones al menor atisbo de lucha contra el Estado? Pues no, al igual que otros grandes conflictos, se hace necesario evidenciar, por un lado, la continua convivencia y relación endógena entre traficantes y representantes del poder, quienes cooperan por la supervivencia del negocio y el control, pero al mismo tiempo se producen pugnas de intereses frente al monopolio de la violencia y el control con el Estado. Lo que realmente genera una problemática a lxs poderosxs no es el envenenamiento a poblaciones completas sino el correcto uso y en los porcentajes adecuados de las distintas herramientas para el control. Es de esta forma que a veces el instrumento legal, jurídico, policiaco sirve para cubrir algún aspecto en la pacificación y buen funcionamiento de la sociedad pero al mismo tiempo se hace necesario servirse de estos emprendedores de la represión y el control, como lo son los narcotraficantes, en un plano ilegal. La real pugna es una cuestión de estilos y porcentajes con que se administra cada una. Mención aparte merece las enormes ganancias económicas que produce el negocio de las drogas en la economía mundial, no por nada es considerado una de las actividades que mayor riqueza produce a nivel planetario; sus beneficiarios, entonces, siguen siendo, de una u otra forma, los poderosos.

Rechazamos tajantemente hablar de corrupción ante las evidentes complicidades de traficantes con autoridades, por el hecho de que éstas denuncian, buscan y apelan al buen funcionamiento de la estructura social, a la división de poderes y una esencial pulcritud de las instiuciones, pues para nosotrxs, sencillamente, los abusos o corrupciones no existen, siendo ésta la esencia del poder.

Narcotráfico y control social.

Así pues, ¿cuál es la real función de las drogas y el narcotráfico en el dominio? Para responder esta pregunta se hace necesario analizar dos aspectos. Por una parte observamos cómo las drogas, en contextos urbanos y modernos, se transforman en venenosas sustancias que tienen como fin específico la alteración de las sensaciones, buscando “evadir” la realidad, pero esta evasión de la realidad trae consigo diversos elementos paralelos, tales como la adicción, transformar el tiempo de ocio en tiempo de consumo, situar esta sustancia como elemento mediador de las relaciones o transformar su consumo en el motor principal de tu vida. La droga, entonces, se transforma en un elemento clave a la hora de conseguir el control social en sectores donde otros dispositivos de control no bastan. Difícilmente puede haber algo más eficaz y rentable para el dominio.

Nos alejamos de los discursos de varias ONG y algunas concepciones políticas que buscan victimizar a lxs consumidorxs como individuos presos y determinados por contextos imposibles de rebelarse y romper, si bien varias de estas violentas realidades son claves en la trayectoria de los sujeros, creemos en la fuerza de los individuos para romper con los contextos impuestos… si no fuese así, ¿sería posible oponerse a ese contexto que determina la sumisión y control? Pues el reinado del orden sería perfecto e incuestionable, pero la praxis revolucionaria sabe romper con su contexto.

Volviendo a un segundo aspecto para definir la función de la droga en el dominio, nos encontramos no solo con su consumo, sino por sobre todo, con la existencia de la adminisración económica de ésta en el llamado narcotráfico, donde las lógicas de poder y las distintas formas en que se expresan evidencian la fuerte jerarquía con que se manejan y el asfixiante control que pretenden imponer para administrar su mercado.

Estos miserables patrones o empresarios son la hipertrofia del propio poder estatal. Con represión, vigilancia y control en sus territorios, pero también ofreciendo una que otra mejora para conseguir la adhesión o simpatía, no presentan mayor diferencia a la lógica administratica y territorial del poder establecido. Legal o ilegal, solo es una cuestión de forma y no de fondo.

Narcotráfico y guerra social: algunos momentos claves y algunas respuestas.

A lo largo de los últimos años el tráfico de drogas en ningún caso se ha encontrado ajeno como instrumento de lxs poderosxs en la comprensión del enfrentamiento y la guerra social. A continuación solo mencionaremos algunos breves ejemplos donde su uso ha sido evidentemente instalado para desarticular y desmantelar la conflictividad.

Como un muy buen ejemplo encontramos los programas de inteligencia del FBI, particularmente el COINTELPRO, encargado durante la década de los 60 y 70 de neutralizar los distintos movimientos y agrupaciones insurgentes en suelo norteamericano. Particular fue su sistemática inserción de drogas en barrios negros para desarticular desde adentro, y a los propios entornos de los Panteras Negras. La acción de contrainsurgencia trajo violentos enfrentamientos, asesinatos y transformar una población activa en zombis minando la organización desde sus propios territorios.

Una realidad para nada distinta a la ocurrida en Europa. Francia y España, por ejemplo, en la misma década vivieron la inundación de heroína en los barrios marginales, con agitación y conflictividades mientras en simultáneo desaparecía el acceso a la marihuana; el mercado ilegal sabe regularse perfectamente cuando de control social hablamos.

En el País Vasco, cuando al heroína instalada sistemáticamente y cuasi institucionalmente por parte de la policía conseguía desmovilizar cada vez a más sujetos, la organización ETA y otras expresiones de resistencia, por su parte, deciden combatir el tráfico atacando con explosivos distintos pubs o casas de reconocidos traficantes, dando vida a la consigna de “Amonal o metralleta, traficante a la cuneta”.

En plena confrontación y agitación frente a Inglaterra, el IRA también decide frenar las continuas expresiones de narcotráfico al interior de Irlanda que amenazaban con desmovilizar el contexto de enfrentamiento, es así como mediante disparos en las rodillas se expulsaba a traficantes de las calles.

Los incendiarios disturbios en Francia durante el 2005 que se expresaron multiformes por los distintos barrios terminaron siendo confrontados y reprimidos por el poder con distintas tácticas. Además de la intervención policial en los barrios, el tráfico de drogas fue un elemento clave de control social, incrementando y aumentando la cantidad de cocaína a precios ridículos afectando directamente a los sectores que apostaban por quemar las ciudades. Se buscaba cambiar las urgencias y prioridades de lxs participantes en la revuelta.

En Grecia, durando los últimos años distintxs compañerxs anarquistas se han enfrentado con traficantes en continuos combates y manifestaciones de demostraciones de fuerzas, buscando expulsarles de las calles. Un traficante abatido por balas y varios compañeros anarquistas heridos en ataques con golpes y cuchillos, han sido parte de la batalla que en estos momentos se sigue dando. La necesidad de expulsar a quienes colaboran con la policía, a quienes buscan mantener el control y orden de la ciudad, se hace cada vez más urgente.

El caso chileno no escapa a esta realidad global de confrontación, es así como durante la dictadura el incremento de pasta base en las poblaciones más combativas fue, sin lugar a dudas, una fuerte herramienta desmovilizadora del enfrentamiento; efectos que continuaron y profundizaron ya entrada la transición democrática. En la actualidad nos encontramos con dos casos que evidencian este antagonismo innegociable en contextos de guerra social: en mayo de 2015 una manifestación estudiantil se desarrollaba en Valparaíso, un miserable narcotraficante se asoma por la ventana de su casa disparando contra la multitud, su objetivo era buscar controlar la tranquilidad del territorio para no arruinar su negocio, de esta forma asesina a dos jóvenes.

En Santiago, la combativa conmemoración de la muerte de jóvenes revolucionarios en dictadura en la población Simón Bolívar, era comúnmente recordada con barricadas incendiarias, enfrentamientos con la policía y la participación activa de varixs compañerxs antiautoritarixs, en los últimos años se vio interrumpida por los disparos de narcotraficantes hacia la manifestación. Nuevamente el objetivo era atacar sobre el montón y disolver la manifestación que les arruinaría el negocio.

Con este breve recuento situamos al narcotráfico en la guerra social, y si bien nos mantenemos lejos de las lógicas armadistas, jerárquicas y nacionalistas de algunas organizaciones que los han enfrentado, sí nos permite conocer el nivel y profundización de las armas del enemigo en su arsenal para enfrentar a quienes perturben el orden establecido.

Entonces no basta la consigna, sino que se hace necesario reflexionar, comprender y enfrentar al tráfico y su cultura desde una perspectiva anarquica e insurreccional, que vaya trazando un camino propio, no solo de ruptura total con estos sujetos, sino de confrontación y ataque multiforme.

Narcotráfico y entornos antiautoritarios: peligrosa reproductibilidad.

Es dentro de las particularidades del entorno anárquico en este territorio que podemos observar elementos que ameritan ser reflexionados y puestos en tensión sobre el narcotráfico y la cultura de la droga. No sabemos qué tan extendido se encuentra en otros territorios, pero, sin lugar a dudas, un aporte del internacionalismo no es solamente el apoyar luchas alejadas, sino saber hacer cercanas experiencias a pesar de la distancia potenciando nuestro aprendizaje.

Lejos de buscar cualquier indicio de uniformidad dentro de un amplio enorno ácrata, nos merece la pena cuestionar y rechazar ciertos elementos propios del narcotráfico: su cultura y estética han ido permeando entre quienes deseamos la destrucción del orden establecido. No se trata de mantener algún molde del anarquista ideal, creemos que este no existe y que es la lucha contra la autoridad en todas sus formas por desterrarla de nuestra vida la que nos va guiando en los desconocidos caminos con que tratamos de superarnos.

Sujetos que trafican en espacios anarquistas, sean fiestas o tokatas/conciertos, finalmente son pequeños tentáculos de cadenas productivas mayores para el dominio; el control y las ganancias económicas solo pueden generar nuestro rechazo. Negar la posibilidad de su circulación permite también abrir el espacio a la confrontación con ese mundo y las distintas formas en que se expresa el dominio y la normalidad, es entonces que los sujetos que deseen surgir como emprendedorxs de la intoxicación asumen la defensa de este mundo, fortaleciéndolo en los aspectos donde las herramientas más clásicas del poder no llegan.

¿Realmente habrá algo que podamos rescatar del narcotráfico? De seguro nadie lo defenderá públicamente a excepción de los delirios eco-místicos que sitúan positivamente cualquier expresión que “se vea” contraria al ciudadano, pero tímidamente en entornos ácratas se intuye cierta admiración por algunas prácticas ilegales donde el/la traficante pueda desenvolverse. Esta mirada no comprende ni profundiza que la lucha contra la autoridad se define lejos de los estrechos cánones de legalidad o ilegalidad, donde las formas de ataque, de asociación y confrontación con el mundo existente no se encuentran marcadas por la legalidad o ilegalidad y por ende no todo lo ilegal representa algún avance o aporte a la lucha conra la autoridad, es más, ni siquiera contra la ley.

Algunxs compañerxs se muestran admiradxs del poder de fuego y dinero, muchas veces ostentado en algunas protestas nocturnas, donde mediante enfrentamientos armados con la policía confluyen y conviven distintas expresiones en las poblaciones. Triste reflexión que se obnubila con metales frío e inertes sin prestar atención a quien los porta (policía, narcotraficante, militar, fascista, latifundista) manteniendo una admiración y valoración del dinero como símbolo de triunfo y éxito en este mundo de mierda. Los papeles entintados sacados del trabajo asalariado, del emprendimiento empresarial o de la explotación y envenenamiento nos parecen igual de absurdos y sinsentidos, solo prueban lo vacío de sus vidas cimentadas en aparentar o exhibir la opulencia.

Pues de forma impresionante vemos cómo se va reproduciendo la música, películas, estética o las formas propias de las mafias y el gangster en un espejo triste y patético que más tiene que ver con imitar formas de reconocimiento social dentro de alguna población que con una vida en constante combate y confrontación. Autos, joyas, marcas y armas son tan vacíos, tan tristes, que evidencian otra expresión de la normalidad ciudadana, esta vez no de buenxs trabajadorxs, sino de marginales deseosxs de un mundo repleto de brillos. Esquemas y formas de vida tan sistemáticamente asimilables que ni siquiera pretenden enfrentar este orden. Punto aparte merece lo absurdo de vincular a las drogas con un mundo ilegal y marginal ajeno al mundo de ciudadanxs de bien; el consumo de distintas drogas está bastante extendido en los hombres y mujeres “de bien”, aun cuando la propia hipocresía no deje en evidencia ni haga ostentación de eso: cualquiera que se dedique un tiempo a ver y escuchar observará la gran integración de estas sustancias en la vida normal repleta de trabajadorxs, dueñas de casa, matrimonios y vidas felices.

¿Pues, entonces, queda algo que rescatar? ¿Algo que resignificar? ¿Las autoridades, las jerarquías, las imposiciones, el dominio, el control, la cultura de la marginalidad? Absolutamente nada, solo nos vuelve a recordar la necesidad de profundizar en las reflexiones y salir de las consignas que solo se transmiten con la mera repetición. No hay análisis propios que puedan ver la trama del dominio y la autoridad, se vista de los colores que se vista o hable los códigos que hable.

Rechazar la nefasta reproducción de estas lógicas en nuestros espacios es tan necesario como reflexionar en el propio quehacer anárquico para enfrentar todas las formas de control y dominio, incluyendo el narcotráfico, combatiéndolo como una herramienta más del poder, enfrentando a quienes lo sustentan, lo defienden, financian y avalan.

Revista Internacional Kalinov Most